Una sacra sorpresa

 

Siempre he tenido un recuerdo muy claro en mi mente: una monja, de ojos verdes y cara impoluta, cuyo hábito apenas si lograba ocultar las formas de su voluptuoso cuerpo.

Recuerdo la gran cruz en medio de su pecho, y como parecía tenerla atrapada ahí. Recuerdo que incluso, aunque apenas era un chico, pensé que aquella mujer era una monja muy extraña. Porque ellas suelen ser mujeres de edad, con las arrugas en el rostro y la bondad en la voz propia de una abuela.

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